28.4.06

SEPULTUREROS DE REVOLUCIONES

Las revoluciones se sustentan en la relación entre lo material y lo espiritual, el futuro de una Revolución depende de manera fundamental de esta relación. Lo espiritual debe ser lo hegemónico, lo material debe existir, es importante, nadie lo duda, pero el móvil esencial de la revolución tiene que ser el rescate de la condición social y espiritual del humano. Si caemos en la tentación de colocar a lo material como motivo principal de la actividad revolucionaria, la condenamos irremediablemente al fracaso.
En el Capitalismo el humano es convertido en mercancía y, como mercancía, es un objeto más en el mercado. Siendo así, su objetivo será cambiar su vida por la mayor cantidad de dinero posible, en pocas palabras, venderse y ser vendido. Su éxito será medido por la cantidad de dinero que obtenga en esta venta. Es decir, el hombre en el capitalismo tiene éxito en cuanto deja de ser humano y se transforma en mercancía o, lo que es lo mismo, su éxito es deshumanizarse y mercancidizarse, como dicen los clásicos, cosificarse, transformarse en cosa. En la competencia entre mercancías, también lo espiritual queda subordinado al mundo del mercado. Lo espiritual se transformaen mercancía, en cosa, en sustento egoísta de ganancias. Entonces, en el Capitalismo, en el reino de las mercancías, lo material es la medida de todas las cosas. El hombre del Capitalismo es un ser con valores distorsionados, toda su espiritualidad está invadida por la necesidad de vender su tiempo y su obra. El mercado, el cruel mercado, dicta la medida de su valor, todo lo marca con su competencia egoísta y cruel. El mercado determina la calidad de todo: si algo se consigue cambiar por dinero es bueno, de lo contrario es malo y debe desaparecer. El trabajo, el arte, la música, la literatura, el amor, la poesía, el deporte y, muy importante en estos tiempos, hasta el voto\n electoral, todo es transformado en una mera moneda de cambio, y el humano reducido a ser un consumidor y un productor de simplicidades de fácil y masiva venta. La Revolución es, en esencia, devolver al hombre-mercancía del capitalismo su condición de humano integral, devolverle su vida, encontrarlo con su mundo espiritual, rescatarlo del reino de la mercancía, y elevarlo al cielo de su condición humana, en un ser capaz de transcender lo inmediato y desarrollar tareas sublimes. Es hora de revisar si estamos cayendo en la tentación de poner el énfasis en lo material, deformando el afecto popular en una mercancía susceptible de ser trocada en el mercado. De ser así, debemos rectificar, ", en mercancía, en cosa, en sustento egoísta de ganancias. Entonces, en el Capitalismo, en el reino de las mercancías, lo material es la medida de todas las cosas.
El hombre del Capitalismo es un ser con valores distorsionados, toda su espiritualidad está invadida por la necesidad de vender su tiempo y su obra. El mercado, el cruel mercado, dicta la medida de su valor, todo lo marca con su competencia egoísta y cruel. El mercado determina la calidad de todo: si algo se consigue cambiar por dinero es bueno, de lo contrario es malo y debe desaparecer. El trabajo, el arte, la música, la literatura, el amor, la poesía, el deporte y, muy importante en estos tiempos, hasta el voto electoral, todo es transformado en una mera moneda de cambio, y el humano reducido a ser un consumidor y un productor de simplicidades de fácil y masiva venta.
La Revolución es, en esencia, devolver al hombre-mercancía del capitalismo su condición de humano integral, devolverle su vida, encontrarlo con su mundo espiritual, rescatarlo del reino de la mercancía, y elevarlo al cielo de su condición humana, en un ser capaz de transcender lo inmediato y desarrollar tareas sublimes. Es hora de revisar si estamos cayendo en la tentación de poner el énfasis en lo material, deformando el afecto popular en una mercancía susceptible de ser trocada en el mercado. De ser así, debemos rectificar, so pena de convertirnos en sepultureros de la Revolución.

27.4.06

EL ENGAÑO

Temprano aprendió el imperio a usar al dominado como agente de la dominación. Santander, Páez, el General Gómez, Rómulo Betancourt, son ejemplos de políticos que se pusieron al servicio de la antipatria. También partidos enteros han saltado la talanquera, fueron y son franquicias de los norteamericanos. Para el imperio es valiosísimo este tipo de personajes y de organizaciones. La dominación se facilita cuando se agazapa tras la apariencia de lo similar, así el dominado se confunde, baja la guardia, es manipulable, el parecido lo engaña. Los agentes imperiales típicos, el gringuito ojos azules, sólo asoma en circunstancias extremas, cuando ven en peligro sus intereses y los renegados ya no tienen capacidad de engaño. Es lo que ocurre en Venezuela.


Aquí la traición tiene gradaciones, a veces es muy evidente, tal es el caso de los María Corina, nadie duda que son agentes gringos, su transculturación se les ve por encimita. Otros se presentan con un barniz de pueblo, ese es su capital, pero los traiciona la admiración por el amo y no resisten mostrarse sumisos, tal es el caso de Mister William Ojeda. En oportunidades son buenos agentes, esconden bien la bandera de las barras y las estrellas que llevan en el corazón, el prototipo es Teo. A otros su clase los delata ¿Cómo hace Borges para decirnos que su corazón es venezolano? A los gringos todos estos matices de entrega les son útiles, todos tienen su papel, todos cuadran perfectamente en su plan.

Sin embargo, el aparecimiento del embajador imperial en la lidia política, indica que los Estados Unidos tienen una gran batalla que librar y han perdido una de sus armas más valiosas, el engaño. Ya no les quedan operadores traidores capaces de engatusar, a todos se les cayó el disfraz que durante años portaron. A todos los conocemos, ya no hay operadores imperiales encaletados.

Cuando las revoluciones avanzan la lucha pierde los cosméticos y los afeites, las posiciones se muestran descarnadas. Así ocurre hoy en Venezuela, la batalla llegó a etapas definitorias. Aquí sólo hay dos bandos: por un lado, los imperiales, Bush, Condoleeza, Rumsfield, Shannon, Bronwfield, sus lacayos criollos, Maria Corina, Borges, Rosales, Teodoro, Puerta Aponte, Carmona, Orlando Urdaneta; y, enfrentados a ellos, están los patriotas. No hay lugar a matices, o se está con el imperio o se está con la patria.

A la batalla iremos en el campo que se nos presente, trinchera de piedra o trinchera de ideas, en las elecciones o en las invasiones. En todas las fases la consigna es la misma: Con la patria, contra el imperio.

26.4.06

LA SONRISA DE LA ARAÑA

La araña sonríe tras su tela, confía en que algún hilo de su fina malla atrapará al incauto insecto. Ella es infalible, la única posibilidad de salvación es captar la magnitud de la tela que se tiene enfrente. Sólo los avisados la detectan, la mayoría de los hilos son imperceptibles, los incautos sólo atienden a las distracciones y, desprevenidos, siguen su alegre vuelo para despertar de su ilusión, aterrados, a merced de su enemigo. El imperio norteamericano urde su red de dominación de manera semejante a las arañas. Muchos son los hilos de su poder y poco lo que las victimas perciben.
Hoy cuando nos enfrentamos al imperio norteamericano, vivimos una época similar a la Campaña Admirable de 1813. Allá el Libertador, que se enfrentaba al imperio español, entiende como un asunto vital la necesidad de deslindar los campos entre los partidarios de la independencia y los partidarios del imperio. El Libertador sabía que para detectar los hilos visibles y los invisibles de aquella tela de araña, era imprescindible delimitar los campos enfrentados, jugar cuadro apretado. Así lo hizo, y con firmeza consiguió colocar de un lado a los partidarios de la independencia, y en el bando contrario a los complacientes con el imperio español. De esta manera pudo derrotar la conciliación en el campo patriota y cortó los hilos de la tela araña imperial.
Nosotros no debemos llamarnos a engaño, la red que el imperio tiende sobre la revolución tiene hilos para distraer, y fina seda para atrapar. No es momento de confituras y holguras, es necesario definir los campos. ¿Cómo hacerlo?
El Comandante Chávez nos dicta la pauta para definir los campos. Él caracteriza a la Revolución Bolivariana como una Revolución contra la pobreza material y espiritual, por lo tanto Anticapitalista, ya que sólo fuera del Capitalismo se puede derrotar a la pobreza. Además para superar al Capitalismo es necesario construir otro sistema de relaciones dentro de la sociedad, y este nuevo sistema de relaciones entre los humanos, y de estos con su entorno, es el Socialismo. No hay otra manera de superar al Capitalismo, entonces la Revolución necesariamente debe ser Socialista. Ahora bien, Bolivariana, contra la pobreza, anticapitalista, socialista, necesariamente será antiimperialista. Es imposible que una Revolución, si es verdadera, no se enfrente al imperio tarde o temprano.
El concepto antiimperialista engloba a las demás cualidades de la Revolución Bolivariana. De allí que es el carácter antiimperialista el que define a la Revolución y a los revolucionarios. Esta es la manera de delimitar los campos y descubrir los hilos ocultos de la tela. Hoy, como en 1813, no hay lugar a medias tintas. Hoy el antiimperialismo define: o se está con el imperio o se está con la patria.