28.12.06

PODER POPULAR Y PODER SOCIAL

El fin central de una Revolución socialista es integrar el organismo social que el Capitalismo ha fragmentado, es devolver al hombre su condición de ser social y rescatarlo “de las heladas aguas del cálculo egoísta”. En esta tarea uno de los pasos fundamentales es la organización social, de ella depende el éxito del empeño integrador. De allí que es importante discutir lo que se hace hoy con el Poder Popular y evaluar si de verdad integra a la sociedad, si derrota la fragmentación. Veamos.
Según está establecido en la reciente Ley de los Concejos Comunales, éstos son organismos que tienen como universo a la comunidad. Allí se encargan de planificar, administrar, etc., los proyectos producidos por la comunidad en su propio beneficio. Aparentemente son instancias de Poder Popular, eso se piensa y eso se dice. Nosotros, contracorriente, sostenemos que: tal como están planificados, son lo contrario, son instancias que reafirman la fragmentación de la sociedad producida por el Capitalismo. Explicamos.
Los Concejos Comunales, aisladamente, sin correspondientes organizativos nacionales, regionales y municipales, sin instancias organizativas políticas, son unidades desintegradoras sociales, que fomentan la cultura del egoísmo, ya que reducen las miras y las preocupaciones de la población sólo a su entorno y, dentro del entorno, a lo económico. No estamos diciendo que son malos, decimos que sin otros complementos de organización social, actúan como agentes disociadores de la conciencia. ¿Entonces, qué hacer?
Es urgente construir los complementos de esos Concejos Comunales: primero, instancias de coordinación municipal, estadal y nacional, electos desde las comunidades, escalonadamente hasta la instancia nacional.
Segundo, y no menos importante, es necesario hacer la organización política de la sociedad, que debe tener la misma estructura que proponemos para los Concejos Comunales, pero diferentes objetivos y diferentes funciones. Serán funciones de formación política, de referencia moral, de reunir a los mejores. Los miembros de esta organización política revolucionaria, serán los últimos a la hora de los privilegios, y los primeros a la hora del deber y del sacrificio. Dicho en pocas palabras, la organización política revolucionaria será territorio para la formación del hombre nuevo. Esta organización es imprescindible para que los Concejos Comunales no se transformen en reproductores de la conciencia capitalista. Es bueno recordar que la república oligarca no temía a la organización aislada de las comunidades, allí están las Asociaciones de Vecinos. La cuarta temía a la integración de la sociedad.
Sólo así, sociedad organizada, política y administrativamente, de forma vertical, de abajo hacia arriba, hasta llegar a lo nacional, y de forma horizontal en todos los núcleos sociales, no sólo comunidades, sino también fábricas, colegios, universidades, centros de trabajo, etc., sólo así, estaremos dando un paso definitivo para la integración de la sociedad, y yendo decididamente rumbo al Socialismo.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
¡Chávez es socialismo!

27.12.06

LA LUCHA INTERNA

Dentro del campo revolucionario siempre hay facciones en pugna. En todas las revoluciones se da este fenómeno, la situación es inevitable, está dada por la naturaleza misma de la Revolución. Veamos.
En toda Revolución, en todo revolucionario, conviven lo nuevo imaginado, en construcción, y lo viejo instalado en la psiquis desde la infancia. En todo revolucionario, en toda Revolución, conviven la ideología del pasado, que se anida en el inconciente, y la ideología del futuro que se construye en el pensamiento conciente. De aquí que toda decisión política revolucionaria es el producto de la pugna entre estos dos mundos que nos habitan, lo viejo y lo nuevo. Se comprende que los diferentes grados de apego, de compromiso con lo viejo, se agrupen en afinidades, en facciones. Y que los diferentes grados de compromiso con la ruptura se encuentren, se reconozcan, también en facciones. Y que estas facciones, la de lo viejo y la de lo nuevo, pugnen por sus ideas. Ideas, debemos decirlo, que en definitiva surgen de las diferentes existencias económicas. En resumen, pensar que no existe lucha interna en una Revolución, es negar que exista un pasado y un futuro.
La historia corrobora lo dicho, basta recordar el periodo entre el 19 de Abril de 1810, cuando aflora la independencia, y el 5 de julio de 1811, cuando se firma el acta de independencia. Este fue un período intenso de lucha interna entre los monárquicos que defendían a Fernando VII, y los independentistas. Otro ejemplo, es la feroz lucha interna en la Revolución Francesa entre Girondinos conservadores y Jacobinos revolucionarios. Otro ejemplo, más cercano a nosotros, es la lucha después del derrocamiento de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, cuando se enfrentan los revolucionarios, representados por una parte del PCV, con los reformistas de AD y COPEI.
Por supuesto que en la Revolución Bolivariana existe lucha interna, y esta es muy importante. Lo peor que le puede pasar a una Revolución es aplastar la lucha interna. Al contrario, orearla, publicitarla, es la clave de la salud de una Revolución. No es aventurado decir que la supervivencia de la Revolución Cubana, reside en la valentía con la que han ventilado sus luchas internas. Son legendarias las discusiones del Che con Carlos Rafael Rodríguez en torno al rumbo de la economía, es famosa la revista del Ministerio de Industria, en la que se discutían abiertamente las diferentes posiciones.
De allí que podemos decir, que la robustez de una Revolución se mide por el grado y nivel de la discusión interna. A discutir con altura, a discutir ideas, sin agredir a las personas, a discutir propuestas económicas, organizativas, políticas, entendiendo que discutiendo ayudamos al avance de la Revolución.
¡Sólo discutiendo llegamos al Socialismo!
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!

EL BOSQUE Y EL MAR

La inmensidad siempre ha deslumbrado al hombre, el espacio sideral, la majestuosidad de un bosque de Secoyas, la profundidad de los mares, el abismo de un desprecio; siempre la inmensidad ha deslumbrado al hombre. Sin embargo, pocas veces el hombre ha comprendido la grandeza que se encierra en la maravilla que él es, en su capacidad de hacer, en su necesidad de ser.
Es por eso que la vida de la mayoría de la especie transcurre en monotonía, como si repitiéramos una vida que ya perteneció a otros que la recorrieron con la misma chatura que millones de antepasados, un día tras otro, siguiendo el ritmo de un compás furtivo.
Pero, hay momentos luminosos, son frecuentes, son muchos, están allí, convocándonos a convertirnos en bosque, en mar, huracán, volcán en erupción, en montaña nevada. El hombre mediocre no los siente, sólo ve las apariencias, para él un ave que cruza, es sólo un ave que cruza, y no el presagio de frescos vientos de lluvia. Un licor es promesa de embriaguez, y no rara oportunidad de contacto con los dioses.
Es en la política donde destellan las oportunidades de elevarse el hombre por encima de su condición animal y hacerse verdaderamente humano, conquistando la inmensidad de su existencia.
La Venezuela de hoy relumbra, estamos atravesando uno de esos momentos donde la vida deja de ser la búsqueda de lo mezquino, de lo efímero, de lo transitorio, y el horizonte abarca la inmensidad de la transcendencia histórica. Vivimos época fundacional. Al venezolano le nacieron alas para volar sobre los abismos de la esclavitud. Es hora de cruzar Los Andes para ir en busca de Bolívar. Es tiempo de volver a la quebrada del Yuro para decirle al Comandante Che que remontamos vuelo junto a su ejemplo. Martí nos espera en Dos Ríos. La historia abrió sus páginas y pide nuestro alegato.
Podemos escribir páginas nobles, o podemos borronear cuartillas con argumentos pueriles, para justificar la angustia de sorprendernos una mañana cualquiera, con nuestra vida agotada en millones de hechos frívolos y el fracaso de dejar intactas las cadenas de la medianía.
No es momento de astucias milenarias, de mezquinas metas que nos transforman en tiovivos históricos, no es la hora de pasos cortos, llegó, que bueno que llegó, el supremo instante de lo grande, el delirio de lo grande, de entrar en éxtasis libertario, de fundar mundos, de derrumbar muros…
No pertenecen a este momento las cifras estériles, o las estulticias de un gobernador cualquiera. No corresponden los parloteos de la oposición, ni siquiera los del gobierno, lo único que importa es aprovechar la rara oportunidad de construir el Socialismo, de devolver al hombre la posibilidad de hacerse humano, de entrar en erupción creadora, construir un nuevo universo, de pasar a la historia junto a Bolívar, Martí, Fabricio, el Che.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!

AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS

Si se pudiera precisar la fecha cuando la propiedad sobre la tierra dejó de ser social para pasar a ser de una fracción de la sociedad, ese sería el día del pecado original económico, cuando el egoísmo empezó su ofensiva y el amor se vino a menos. Veamos.
Al principio la tierra pertenecía a toda la sociedad, la cosecha era distribuida entre todos de acuerdo a sus necesidades. En aquellas sociedades prevalecía una relación fraterna, amorosa: la faena en común, era complementada por la vida en común, por las preocupaciones en común, la suerte de un individuo era la suerte de todos, y la suerte de todos representaba la suerte de cada individuo. En resumen, era una sociedad orgánica, con una relación sana entre sus miembros y de estos con la naturaleza.
Cuando la propiedad de la tierra deja de ser social, para ser sólo de una fracción, la cosecha (que es trabajo acumulado) pasa a ser propiedad de esa fracción de la sociedad, es decir, un fragmento se hace propietario del trabajo de la sociedad. Comienza así una nueva era para la humanidad, la era en la que es posible que unos hombres se apropien del trabajo de otros hombres, se desarrolla una ética y una moral que justifica el absurdo. Siendo así, el lucro individual se coloca en el centro de todos los afanes, el lucro es la norma moral. Aparece el dinero como forma de intercambiar los diferentes trabajos acumulados, las diferentes mercancías, el dinero se transforma en Dios, y en sus altares se incineran todos los excelsos valores morales. El hombre comienza a ser lobo del hombre, y la sociedad se transforma en una lucha de todos contra todos.
La lucha de la humanidad desde esos días ha sido la lucha por acabar con este crimen y recomponer a la sociedad fragmentada. Cristo nos dice “amaos los unos a los otros”, que no es otra cosa que el anhelo de volver a la sociedad donde el hombre era el centro de todas las preocupaciones.
Hoy en Venezuela tenemos oportunidad de darle base material a ese llamado al amor. Mucho tardó la humanidad en comprender que el amor depende de las relaciones económicas que se establezcan entre los hombres: una sociedad de propietarios y desposeídos necesariamente será egoísta, por el contrario, una sociedad propietaria, la propiedad en manos de toda la sociedad, necesariamente será amorosa. Están dadas las condiciones para construir esa sociedad donde el amor deje de ser una ilusión, y sea un sentimiento apoyado en su base material, que no es otra que la propiedad social de los medios de producción, una sociedad donde la compra-venta del trabajo de los hombres sea un absurdo.

EL MILAGRO

HABLANDO ENTRE AMIGOS, DISCUTÍAMOS sobre el hecho revolucionario. Se argumentó con efusión y entramos en la madrugada bregando este tema que acompaña al humano desde hace milenios, influenciando sus caminos.
Algunos decían que era un milagro, otros apuntaban que era una empresa inútil, y argüían que la Revolución es una ecuación sin solución. No es posible, decían, porque la construcción del futuro necesita una ética, una moral, una conducta que no posee está sociedad educada en la ética, la moral, la conducta que queremos superar. Entonces, continuaban, es imposible que la sociedad del pasado se niegue a sí misma y construya la sociedad del futuro. Y, concluían, que la empresa era imposible, sólo una bella utopía.
Después de estos argumentos se hizo el silencio, parecía que la causa revolucionaria saldría derrotada una vez más, el argumento era poderoso: el pasado no puede construir el futuro concientemente, sólo nos queda resignarnos a que el futuro venga, no podemos planificarlo. Yo, lo confieso, me entristecí y me sentía incapaz de descifrar la ecuación. ¿Será verdad que no es posible, tendrán razón estos contrarrevolucionarios ilustrados?
Desde el fondo de la mesa alguien empezó a refutar el argumento contrarrevolucionario: ¡No somos abejas!, exclamó, somos seres humanos que vivimos la contradicción de ser animales, de ser naturaleza, y también de pensar, de imaginar, de rebelarnos a los mandatos naturales que atrapan el rebaño, y eso nos hace dioses. Nosotros somos dioses capaces de hacer milagros, de hacer revoluciones.
El defensor de la Revolución continuó: el hombre tiene una cualidad, es capaz de imaginar, de soñar otros mundos, mundos que tienen base material, que tienen su germen en el presente.
Los soñadores se encuentran, se identifican y se organizan. Al principio es un pequeño grupo, luego crece hasta que alcanza dimensión de cuerpo. En ese momento, podemos decir que en el seno de la sociedad vieja ha surgido un organismo nuevo, la semilla, el embrión de la nueva sociedad. Ahora se establece la pugna entre lo viejo y lo nuevo, destinada a jalonarnos al futuro.
Ese germen es la organización revolucionaria, es como un ente con vida propia que prefigura a la sociedad del futuro, y dirige la lucha contra la sociedad vieja hasta reducirla a vestigios. Es así, con la organización revolucionaria, que se rompe el dilema del pasado construyendo futuro, encontrándole solución a la ecuación revolucionaria.
La suma de todos los sueños, de todas las imaginaciones, hace de la organización un factor del futuro. Sus miembros son del pasado, pero la suma de todos los esfuerzos, construyen una organización que supera a los individuos que la forman, prefigura al futuro, lo trae y lo hace entrar en combate. He allí el milagro, y la razón por la que no es posible Revolución, no es posible romper con el pasado, sin esa organización política revolucionaria.
La organización política revolucionaria, es una muestra de la madurez del pueblo, e indispensable para el avance revolucionario.

EL MILAGRO

HABLANDO ENTRE AMIGOS, DISCUTÍAMOS sobre el hecho revolucionario. Se argumentó con efusión y entramos en la madrugada bregando este tema que acompaña al humano desde hace milenios, influenciando sus caminos.
Algunos decían que era un milagro, otros apuntaban que era una empresa inútil, y argüían que la Revolución es una ecuación sin solución. No es posible, decían, porque la construcción del futuro necesita una ética, una moral, una conducta que no posee está sociedad educada en la ética, la moral, la conducta que queremos superar. Entonces, continuaban, es imposible que la sociedad del pasado se niegue a sí misma y construya la sociedad del futuro. Y, concluían, que la empresa era imposible, sólo una bella utopía.
Después de estos argumentos se hizo el silencio, parecía que la causa revolucionaria saldría derrotada una vez más, el argumento era poderoso: el pasado no puede construir el futuro concientemente, sólo nos queda resignarnos a que el futuro venga, no podemos planificarlo. Yo, lo confieso, me entristecí y me sentía incapaz de descifrar la ecuación. ¿Será verdad que no es posible, tendrán razón estos contrarrevolucionarios ilustrados?
Desde el fondo de la mesa alguien empezó a refutar el argumento contrarrevolucionario: ¡No somos abejas!, exclamó, somos seres humanos que vivimos la contradicción de ser animales, de ser naturaleza, y también de pensar, de imaginar, de rebelarnos a los mandatos naturales que atrapan el rebaño, y eso nos hace dioses. Nosotros somos dioses capaces de hacer milagros, de hacer revoluciones.
El defensor de la Revolución continuó: el hombre tiene una cualidad, es capaz de imaginar, de soñar otros mundos, mundos que tienen base material, que tienen su germen en el presente.
Los soñadores se encuentran, se identifican y se organizan. Al principio es un pequeño grupo, luego crece hasta que alcanza dimensión de cuerpo. En ese momento, podemos decir que en el seno de la sociedad vieja ha surgido un organismo nuevo, la semilla, el embrión de la nueva sociedad. Ahora se establece la pugna entre lo viejo y lo nuevo, destinada a jalonarnos al futuro.
Ese germen es la organización revolucionaria, es como un ente con vida propia que prefigura a la sociedad del futuro, y dirige la lucha contra la sociedad vieja hasta reducirla a vestigios. Es así, con la organización revolucionaria, que se rompe el dilema del pasado construyendo futuro, encontrándole solución a la ecuación revolucionaria.
La suma de todos los sueños, de todas las imaginaciones, hace de la organización un factor del futuro. Sus miembros son del pasado, pero la suma de todos los esfuerzos, construyen una organización que supera a los individuos que la forman, prefigura al futuro, lo trae y lo hace entrar en combate. He allí el milagro, y la razón por la que no es posible Revolución, no es posible romper con el pasado, sin esa organización política revolucionaria.
La organización política revolucionaria, es una muestra de la madurez del pueblo, e indispensable para el avance revolucionario.

FUEGO

No hay nada más peligroso para una Revolución que dar batallas triviales, porque las peleas insignificantes desgastan poco a poco el fuego revolucionario. La Revolución debe dar y ganar las batallas principales, las que deciden la contienda, las que forman conciencia.
En los últimos días el paisaje político se cubre de bruma, los restauradores intentan que la pasión ceda el paso al letargo, la tontería se haga costumbre, el ímpetu del pueblo se troque en comedia. Se nos presentan batallas subalternas que enmascaran la batalla principal. Veamos.
La batalla principal de la Revolución es la lucha por la conciencia y por mantener encendido el fuego revolucionario. Nada debe apartarnos de este objetivo, el futuro de la Revolución se decide allí. No podemos permitir que la restauración distraiga la atención popular en batallas pequeñas, en la discusión de tonterías. La batalla principal es otra: es necesario derrotar las hipocresías que enaltecen los valores del egoísmo, de las salidas individuales, de la fragmentación de la patria, del nacionalismo autista, del aislamiento mezquino. Es necesario que la Revolución dé la batalla por los valores morales revolucionarios: la solidaridad, el espíritu de sacrificio, la conciencia de sociedad, el amor a la patria y a la humanidad.
Todos los días, la propaganda en los medios, los voceros del pasado, bombardean con los valores del Capitalismo el corazón de la patria, intentan destruir el piso moral que ha creado la Revolución, el sentimiento altruista que se mostró en abril y en diciembre.
Los revolucionarios deben hacerle frente a la Restauración, con las ideas, con el ejemplo y con la movilización popular, llevando los problemas a su dimensión universal, concientes que el fin último de la lucha es el rescate del cuerpo social, integrar a la sociedad que el Capitalismo fragmenta, luchar contra el Capitalismo y sus miserias, convencidos que el pueblo aprende movilizado alrededor de objetivos políticos altruistas, en la calle, unido, solidario, ejercitando la relación socialista, tomando conciencia de su poder, seguros de que el pueblo aprende en el trabajo voluntario, que es la prefiguración del trabajo del futuro, el que se hará no con la compulsión de la necesidad, sino con la satisfacción del deber social cumplido.
Es fundamental que la Revolución entienda que la clave del éxito en la confrontación contra los enemigos internos y externos, está en los valores que sembremos en el pueblo. En esa lucha no podemos bajar la guardia, todo depende de ella.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!

EL SOCIALISMO QUE MUERDE

Si “la batalla es de ideas”, entonces palabras y conceptos son los instrumentos y los escenarios de la contienda. Luchador que no sepa dónde y con cuáles armas hacer su campaña, está destinado inevitablemente al fracaso. Expliquemos.
Las palabras tienen un contenido, que en unos casos lo da la realidad y en otros la imaginación. De allí que las palabras pueden tener dos grandes utilidades. Una: sirven para expresar la realidad. Así, cuando decimos perro estamos dándole un contenido real que todos entendemos. Otra utilidad: sirven para expresar una ficción. En este caso cuando decimos perro puede que queramos manifestar cualquier otra cosa, desde “perro caliente” hasta una casa editorial a la que le pusimos ese nombre. Entonces, las palabras pueden tener dos contenidos, la realidad y la ficción. El perro de la realidad, el que muerde, y el perro de la ficción, el que no muerde, el que no es real. Los dos se señalan con la palabra perro.
En Revolución, si nos guiamos por palabras cuyo contenido sea ficción, corremos el riesgo de construir un mundo que sólo existe en nuestras mentes. Por decir huracán, no aumentan los vientos.
La batalla de ideas se está dando principalmente vaciando el contenido de las palabras y llenándolas de deformaciones, trivialidades y ficciones. Es así, que la hermosa palabra Socialismo pasó de significar “amaos los unos a los otros”, a significar cualquier cosa que se le ocurra a cualquier persona. Y la palabra Amor se decoloró hasta quedar vacía, para ser sustituida por cualquier absurdo salido de lo más sórdido del reggetón. El estudio de lo que expresan las palabras y los conceptos es asunto de especialistas, nosotros vamos a estudiar el fenómeno desde la política y la importancia que tiene para la marcha de la Revolución. Se puede precisar una época por las palabras que caracterizan el torneo político.
En la Venezuela de hoy el paisaje lo ocupa una palabra: Socialismo. Alrededor de ella se entrelaza todo la pugna política. El Comandante tiene el mérito de haber colocado la batalla en el futuro, en lo grande, en lo trascendente.
La batalla de ideas alrededor de la palabra Socialismo, se da entre el contenido real y el contenido ficcional. Al igual que la palabra perro, la palabra Socialismo puede tener dos significados: el Socialismo que muerde y el Socialismo de la ficción. El Socialismo verdadero, el de la realidad, el que muerde, nos conduce por un camino de redención, y el otro, el de la ficción, nos conduce a un mundo que sólo existe en nuestros espejismos, del que regresaremos cuando la realidad nos de un mazazo.
Para la Revolución Bolivariana es imprescindible, urgente, precisar el contenido del Socialismo de verdad, el de la realidad, el que muerde, y derrotar la ficción de Socialismo que nos pierde.
¡Sólo el Socialismo salva al pueblo!
¡Chávez y Fidel son Socialismo!

PARTIDO ÚNICO Y CONCIENCIA REVOLUCIONARIA

CHÁVEZ HABLÓ DEL PARTIDO ÚNICO REVOLUCIONARIO y el ambiente político se movió. En el campo chavista surgieron diversas opiniones. Discutamos hoy la organización de los revolucionarios.
La organización política está condicionada por varios factores. Uno, la sociedad que esa organización proponga. Si es una sociedad capitalista, con un sistema político de democracia hipócrita, tipo pacto de punto fijo, entonces la organización necesariamente será parecida al fenecido MAS, o a los roñosos COPEI y AD, una simple maquinaria electoral, una agrupación clientelar que será reflejo de la sociedad propuesta. Por el contrario, si lo que persigue la organización es una Revolución, construir una nueva sociedad, las características cambian. Veamos.
La organización revolucionaria parte de un principio: La conciencia revolucionaria de la población es desigual, es decir, hay diferencias en los niveles, diferentes ritmos en el desarrollo de la conciencia del deber social. Vale la pena ahondar en este principio, que es básico para entender la necesidad, las características de la Revolución y de la organización revolucionaria. Expliquemos más.
El sistema capitalista se mantiene, domina, a costa de imponer su conciencia egoísta, a costa de una cultura hegemónica que justifica y perpetúa el egoísmo, la competencia, la apropiación del trabajo. De esta manera hace posible que la mayoría de la población, que padece el sistema, no se rebele contra él, al contrario, lo apuntale. Esta situación hizo posible casi medio siglo de dominación del pacto de punto fijo.
En contraste, la Revolución es la superación de la hegemonía de la conciencia egoísta, propia del Capitalismo, por la conciencia del deber social, propia del Socialismo. Al principio esta conciencia anida en un grupo pequeño que la difunde con su ejemplo y con sus ideas, luego, tienen lugar las acciones políticas que cuestionan el sistema capitalista y disputan el poder y, finalmente, se produce la Revolución. En este proceso de sustitución de una conciencia por otra, los niveles de desarrollo son desiguales: unos adquieren la conciencia del deber social más rápido que otros, algunos se parecerán al Che, otros se mantendrán con la hegemonía de la conciencia oligarca.
Es así que la organización revolucionaria congrega en su seno a los que han avanzado más en la conciencia del deber social, y tiene como función principal elevar esa conciencia en el resto de la población. Todas sus acciones, su ejemplo, su prédica, tienen como objetivo la elevación de esa conciencia.
La organización de los más concientes se adapta a las diferentes etapas de la lucha revolucionaria. Al principio es una organización conspirativa, ejemplo, el MBR200. Después, cuando las condiciones lo exigen, es una organización electoral, ejemplo, el MVR. Y, finalmente, cuando la Revolución avanza, se transforma en una organización revolucionaria, que agrupa a los mejores, a los que tienen una elevada conciencia del deber social.
¡La organización revolucionaria es prefiguración de la sociedad revolucionaria!
¡El militante revolucionario es prefiguración del hombre nuevo!
¡La función principal de la organización revolucionaria es elevar la conciencia revolucionaria!