9.7.12

EGOÍSMO Y MIEDO (Lunes 09-07-2012)


Si quisiéramos definir a la pequeña burguesía en dos palabras estas serían Egoísmo y Miedo, en ese orden. Del egoísmo se desprende el miedo.
       La pequeña burguesía compendia los valores de la clase dominante pero exagerados, potenciados por la desesperación de elevarse hacia el estatus que le está negado: hacerse burgués. Están condenados a ser una caricatura de la clase dominante, a copiar exageradas las pinceladas que definen el cuadro burgués. Es así que ostentan símbolos de poder, imitación de los originales, por eso les producen más frustración que placer. Siempre se quedan cortos en su disfraz de burgués.
Siendo así es una clase muy temerosa, su principal miedo es el no poder imitar al burgués, el no poder ostentar su disfraz, comprar los símbolos que imitan el poder, símbolos dictados por la propaganda que los manipula. Los aterra el tener que vivir muy cerca de los barrios, el no poder mantener su aislamiento de la "chusma." Por eso intentan enclaustrarse con alcabalas, vidrios oscuros, cercas eléctricas, sistemas satelitales de vigilancia, seguros de vida, del carro, menos los seguros que le garanticen que no caerá en la escala social, de esos no hay.
Creen que se ganan la vida solos, sin relación con nadie, se baten con la vida en solitario. De allí surge su profundo egoísmo y su inmenso miedo. Podríamos parafrasear a Martí y decir: "Cree el pequeño burgués vanidoso que su urbanización, su condominio es el mundo, y con tal de entrar en él, de pasar la frágil alcabala que cubre su entrada se siente satisfecho, ignora a estrellas y cometas".
El miedo que los habita los hace vulnerables. Sobre ellos flota  la debacle económica, el despido, el cierre de su fuente de ingresos, no requerir más sus servicios, la obsolescencia tecnológica que corre veloz y arruina a las empresitas. Sin embargo, toda esa angustia proveniente de la fragilidad económica a que los somete el burgués, todo ese miedo es redirigido a los humildes y a quien trate de redimirlo. El pequeño burgués, paradójicamente no odia al burgués que lo esquilma, sino al humilde que es tan víctima como él, no enfila su odio contra los candidatos del capitalismo sino contra los candidatos que intentan redimir a la humanidad, incluidos ellos.
Es así, el odio del pequeño burgués es irracional, es demente, por eso es cruel, peligrosísimo. Es capaz de cualquier cosa llevado por su angustia existencial, capaz de aceptar cualquier crueldad, de asesinar al que considera, erradamente, el origen de su desasosiego.
Cuando la locura aflora, explota, no hay razonamiento ni reflexión que valga, actúan comandandos por el miedo, sus amarres éticos los diluye el terror. Así se explica el fascismo.
No estamos hablando de Europa, aquí cerquita vimos la locura, que asesinó a García Lorca, a Víctor Jara, que desapareció miles en el Cono Sur. En Chuao, en el asedio a la gloriosa Embajada de Cuba vimos actuar a la turba desquiciada y a sus líderes.
¡Con Chávez siempre!

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