29.8.12

EN LA BATALLA, REFLEXIÓN (Miércoles 29-08-2012)


A treinta días del desenlace la sórdida campaña de la oligarquía, no la que sucede en la superficie, sino aquella soterrada, sutil, oblicua, la que incide en la psiquis colectiva, está en pleno auge. Las piezas de la guerra psicológica actúan en los abismos del alma social. Lo de Amuay es sólo la punta de una gran montaña. El momento requiere reflexión.
Derrotar la embestida oligarca dirigida desde el imperio amerita toda nuestra inteligencia. No estamos lidiando con un ataque convencional de los que ya conocemos, directo, con pocos pliegues, no, ahora se trata de algo más sofisticado: el imperio usa contra nosotros sus adelantos en guerra de última generación, sus recursos de manipulación psicológica son muy eficaces. Debemos utilizar toda nuestra astucia, innovar, pensar.
El agite, lo que el General Torrijos llamaba el ardilleo, el practicismo o la práctica sin objetivo, no son suficientes ni eficientes, es necesario el pensar profundo, la producción de ideas, la visión estratégica, la percepción del conjunto. Es el momento de activar, con el desespero del náufrago, pero pensar con la calma del sufí.
La actividad debe dejar espacio al pensar, a la planificación, a la evaluación de la situación y de la sociedad. La batalla debe tener momentos de silencio que permitan oír, otear el horizonte, abrir los manantiales de la creación. Lo inmediato no debe fatigar lo estratégico, el espejismo no distorsionar la visión y que lo deseado no se confunda con lo existente.
La dirección que el pueblo se dio, la conexión del Comandante Chávez y de la Revolución con el pueblo debe ser aprovechada, es un canal invalorable para producir un choque en el alma colectiva, sacarla del marasmo economicista, romper con la lógica capitalista, y convocar con urgencia al espíritu patriótico que movió a los Próceres, a los héroes del Paso de los Andes, debemos impregnarnos de la entrega del Libertador.
La dirección que el pueblo se dio tiene ese deber, ese reto: actuar como dirección. Decirnos lo que es grato escuchar y también lo que es ingrato, tener fe en el pueblo, convocarlo para grandes tareas, las que dan sentido a la vida, las que nos llenan de orgullo y hacen que valga la pena la existencia. La fuerza de la Revolución reside en el espíritu, sólo el espíritu puede sostener las acciones que elevan a los pueblos, los hacen grandes. Sólo los pueblos guiados por el amor pueden rescatar su dignidad, unirse y hacerse dueños de su destino.
Tenemos un Comandante que estableció fuerte conexión amorosa con el pueblo. A pocos días de las elecciones es imprescindible que ese amor sustente nuestra campaña, más allá del afiche, de la televisión, apoyarnos en lo que la gente lleva por dentro, que manifiesta en la conmoción, la lágrima que produce el aparecimiento de Chávez. Esa pasión no se mueve por lo material, es la emoción del que ve reflejada su condición en la humanidad del Comandante.  
¡Con Chávez resteaos!

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